marea blancaEl presunto final del proceso de externalización de parte de la sanidad pública madrileña trae multitud de enseñanzas que, antes que nadie, deberían analizar las fuerzas políticas de gobierno ante la evidencia de que existe vida política fuera de los trillados caminos de aparatos y dirigentes. De todas esas enseñanzas hay sobre todo una a la que me gustaría dar relevancia.

Esa lección fundamental ha sido la consolidación de una estrategia de lucha que, apoyada en los ejemplos clásicos de los sindicatos clandestinos, ha sido ya utilizada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y ahora de manera también eficiente por las mareas, en este caso la marea blanca.

Ese método de lucha popular, al margen de los partidos de gobierno combina dos elementos, la presión en la calle y el uso inteligente del ordenamiento jurídico, que bien manejados, pueden suponer un auténtico calvario para dirigentes soberbios y autistas como se han revelado los del gobierno de la Comunidad de Madrid.

Los dos elementos, usados de manera aislada, pueden funcionar por sí mismos (ahí está el triunfo de la presión callejera en Gamonal) pero es cuando se articulan uno con otro cuando sus efectos adquieren un efecto multiplicador que puede permitir (no siempre) obtener resultados que, a veces, parecen presentarse como inalcanzables.

La presencia en la calle es básica, no sólo para hacer visible la existencia del problema, sino, y es casi más importante, para llevar a cabo una labor de proselitismo y reafirmación que le van confiriendo potencia al movimiento.

Junto a ello, la existencia de un sistema de apoyo jurídico, de calidad y comprometido, es el engranaje que mueve resortes que, sin la articulación de procedimientos judiciales y recursos, no entrarían en funcionamiento y dejarían el movimiento en meramente testimonial.

Ha sido, sin duda, el abrazo entre batas y togas quien ha conseguido detener a un gobierno con mayoría absoluta instalado en la rapiña, ahora sólo hace falta que esa luz ilumine túneles que algunos se empeñan en mantener cegados.

Juan Santiago