Seguro que recuerdan ustedes el viejo chiste:
Esa pareja de la Guardia Civil que da el alto por la noche a alguien que se acerca.
– ¡Alto a la Guardia Civil! ¿Quién vive?
Y una voz contesta en la oscuridad
– ¡Vosotros, que tenéis economato!
Pues en eso estamos. En los vestigios del pasado que resultan ser los nuevos economatos, vestidos ahora de cafeterías institucionales.
Uno, en su ingenuidad e ignorancia, pensaba que, como siempre, cuando se lleva a cabo la ocupación y explotación de bienes de dominio público, esto debe hacerse mediante la oportuna concesión, como es lógico, a riesgo y ventura del concesionario y mediante el pago del oportuno canon. Es decir, pagando, no cobrando.
Yo pensaba que esto no me lo estaba inventando porque creía que el artículo 89 de la Ley del Patrimonio de las Administraciones Públicas exige, específicamente para la ocupación destinada a este tipo de servicios, estar amparadas en una concesión.
Bien, pues parece ser que yo estaba equivocado y que el hecho de explotar unas instalaciones, evidentemente públicas, para la prestación de un servicio que, a estas alturas, supongo que nadie considerará como esencial y del que se puede obtener un beneficio económico con la sola prestación del servicio, se puede llevar a cabo como contrato de servicios por el que no sólo no se obtiene un canon sino que se pagará un precio de 1.050.000 euros en los próximos años 2014 y 2015, con otros dos más de posible prórroga.
¡Fantástico!
Si a eso le añadimos que el último concesionario, perdón, el último “prestador del servicio”, a pesar de embolsarse el precio que pagaba el Congreso de los Diputados, parece ser que mantenía cuantiosas deudas con la Seguridad Social por impago de cuotas, el círculo se cierra de manera totalmente armoniosa.
No voy a entrar en considerar si este tipo de instalaciones y servicios deben o no existir en los centros públicos ni en si el gin tonic es caro o barato (a mi me parece que está bastante bien cobrado si además del millón de euros, se llevan el precio que pone en el pliego), pero, desde luego y tal como está el patio, parece imprescindible que alguien se ponga a hacer una mínima reflexión sobre los procedimientos, los servicios esenciales y el respeto a una ciudadanía sometida a un proceso imparable de empobrecimiento que está más que legitimada para decirles aquello de ¡vosotros, cabrones, que tenéis economato!
Luego nos quejaremos de la desafección de los ciudadanos hacia sus políticos y temblaremos ante la aparición de demagogos y salvapatrias.
¡País!