El riesgo de inundaciones en la villa de Vegadeo, y su influencia en el urbanismo, deberían constituir la preocupación principal

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riesgo de inundaciones

 

Ahora que, aquí, en lo local, han pasado festejos, jolgorios y carnavales parece que ha llegado el momento de empezar a hablar de cosas serias. Y cosa seria es, sin duda, la seguridad de personas y bienes en nuestros pueblos y villas.

Se va a cumplir un mes desde la aparición en el Boletín Oficial del Estado de una norma que afecta de una manera muy importante y directa a zonas muy significativas de nuestro territorio y aún es el momento en el que no recordamos haber escuchado a nadie mostrar ni un mínimo de preocupación al respecto.

Me estoy refiriendo al Plan de Gestión del Riesgo de Inundación de la Demarcación Hidrográfica del Cantábrico Occidental que desarrolla el ya publicado Plan Hidrológico correspondiente.

Aunque hay otras zonas del Occidente de Asturias que están incluidas, hoy voy a referirme nada más que a lo que tengo más próximo y más conozco, es decir, a la villa de Vegadeo.

No hace falta a estas alturas poner de manifiesto la importantísima repercusión que en la vida de la villa tienen su especial configuración y ubicación en relación con las crecidas y avenidas de los ríos.

Por eso sorprende más que no se haya hecho mención a una norma que condiciona de manera muy importante tanto el presente como el futuro de la villa.

Hagamos un pequeño repaso de los datos: En Vegadeo se configuran dos Áreas de Riesgo Potencial Significativo que corresponden a las dos zonas de influencia de los ríos Suarón y Monjardín a su paso por la villa.

Pues bien, esas dos áreas se establecen en el Plan como de Peligrosidad Extrema y de Riesgo Extremo, es decir, que tanto las personas como los bienes económicos que pueden resultar afectados son muy numerosos, cuantificándose entre más de seiscientas y más de mil las personas afectadas y hasta en más de cien millones de euros el coste de los daños que se pueden ocasionar. No es ninguna broma.

Lógicamente, el Plan no se limita a constatar la enorme peligrosidad y el enorme riesgo que soporta Vegadeo en relación con las inundaciones, sino que articula una serie de medidas dirigidas a paliar una situación que, no lo olvidemos, se está acelerando como consecuencia del cambio climático (baste el dato de que mientras en todo el siglo XX se contabilizaron cuatro inundaciones, en los quince años que llevamos del siglo XXI, ya se contabilizan tres). Unas medidas de distinto tipo que incluyen como más significativas unas obras estructurales valoradas en diez millones de euros que están llamadas, en algún caso, a modificar elementos definitorios de la propia imagen como son el puente del Ferrocarril o el puente de Reguera, el recrecimiento de los cauces o la mejora de la red de pluviales.

Y, por encima de todo, la norma condiciona de manera absoluta el urbanismo del concejo con limitaciones que obligan a rediseñar, casi desde cero, el Plan General de Ordenación que está en tramitación. Un Plan, por cierto, que estaba en 2011 listo para aprobación inicial, que fue demorado por la anterior Corporación y que hoy, desde mi punto de vista, debería ser nuevamente puesto a debate para que los ciudadanos puedan repensar una villa en la que, tanto las personas como los bienes estén mejor protegidos.

Por eso digo que parece haber llegado el momento de tomarse las cosas en serio porque estos temas no admiten demoras ni chirigotas. Porque estos temas son los que, de verdad, necesitan de procesos de participación auténticos, ordenados y con datos en los que se de a los ciudadanos una oportunidad real de participar en el diseño de la ciudad en la que han de vivir ellos y sus hijos.

Juan Santiago