Casado intenta dar lecciones de dignidad y convicciones democráticas. Y lo hace sin despeinarse y sin mirar su propia historia y la de su partido.

casado, la dignidad democrática y el inexhumable

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Escuché el otro día – con bastante estupor por cierto – cómo el reciente presidente del Partido Popular exigía al actual Presidente del Gobierno que tuviera dignidad democrática.

La verdad es que escuchar juntos en boca de Casado dos conceptos como dignidad y democracia me produce la misma sensación que les producía a algunos buenos melómanos escuchar juntos en la misma frase dos términos como música y militar.

Ejemplo de dignidad

Y es que, claro, escuchar exigencia de dignidad a quien, desde la más absoluta impunidad, ha contribuido a echar un espeso manto de indignidad sobre una institución tan sumamente importante como es la universidad española, tiene por fuerza que causar algo más que estupor.

Comprobar que esa misma persona entienda como un triunfo que los jueces del Tribunal Supremo certifiquen que ha cometido irregularidades aunque consideren que no son delictivas o que han prescrito, produce algo más que sonrojo, sobre todo cuando se asiste al espectáculo bochornoso de sus correligionarios poco menos que sacándolo a hombros.

Política papanatas y redes sociales

Que él mismo, permita que su Secretario General, en pleno borrachera de delirio, exija la publicación de la tesis de Pedro Sánchez mientras impide la divulgación de la propia, mientras él encierra bajo siete llaves su más que oculto ordenador y los presuntos trabajos que, según dice, sirvieron para rematar la faena, no sé si es precisamente el mejor ejemplo de dignidad política.

Todo eso, por no hablar de la extraordinaria dignidad y deslealtad que se esconde en sus abrazos cariñosos y pelotilleros a quien ninguneó y ridiculizó al mismo Rajoy que lo nombró vicesecretario general.

Abrazos que, por cierto, vinieron después de que semejante crack hubiera mentido al Parlamento en una lamentable Comisión de Investigación, seguramente porque le parecía poco haber mentido al mundo entero sobre supuestas armas de destrucción masiva.

Sobre convicciones democráticas

Todo esto sobre dignidad porque, si nos adentramos en convicciones democráticas de quien tanto las exige, la cuestión no es menos chocante.

Fíjense cómo serán esas convicciones si se tiene en cuenta que el señor Casado apoyó al anterior gobierno para que convirtiera la Cámara de segunda lectura que es el Senado en guardián de las esencias y dueño del cerrojo de la política económica por el solo hecho de que su partido goce de mayoría absoluta en una institución que está en permanente cuestionamiento.

Eso seguramente le parece a Casado muy democrático mientras su partido, dándose el pico derechista con las huestes del camaleón Rivera, impide al Congreso debatir sobre algo tan básico como es la posibilidad de aumentar el gasto social en beneficio de los que menos tienen.

También es probable que le parezca el colmo de la democracia practicar a diario el filibusterismo parlamentario, con retrasos continuos en los plazos de enmiendas, sólo para impedir el debate y la aprobación de normas.

O echar porquería sobre cualquiera que pasara por allí mientras, el patriótico afinador de la fiscalía, se sienta a presidir la Comisión de Peticiones del Congreso.

O compincharse con la Presidenta del Congreso para que ésta se dedique a las resoluciones creativas que nunca antes existieron para echar por tierra la voluntad mayoritaria de la Cámara.

O, simplemente, y esa es la auténtica madre del cordero, entender como golpe de estado el hecho de que una mayoría parlamentaria, salida de unas elecciones, se haya atrevido nada menos que a desalojar del Gobierno a un partido tan limpio, democrático y ejemplar como el suyo. Una patena política sin mancha ninguna que, por la gracia de Dios y del Inexhumable, debe permanecer al frente de los designios de este país por los siglos de los siglos.

Amen.

Juan Santiago