Pasado el debate a tres entre los aspirantes a la Secretaría General del PSOE, queda en manos de la militancia una parte importante del destino del partido. Una enorme responsabilidad porque, por un lado, ha de acreditar que respalda mayoritariamente un proceso tantas veces demandado y porque, por otro, ha de señalar cuál es la dirección que quiere una militancia que sabe bien que no es lo mismo carne que pescado ni es lo mismo decantarse por un enfoque más pastueño o por otro más radical.

Y ante eso, siempre se plantea una lucha íntima entre hacer caso a lo que estrictamente nos reclama nuestra conciencia y nuestra esencia ideológica o votar en base a aquello tan manido del voto útil, del voto en contra o del voto tirado, es decir, actuar por motivaciones puramente estratégicas.

No es fácil en una elección a tres en la que, normalmente, hay una opción que no se desea, otra que se desearía y otra que se considera el mal menor.

La clave está en que es tan importante este proceso para el proyecto socialista y es tan crítico el momento por el que atraviesa la organización que, a mi juicio, es básico que el resultado refleje de verdad la composición ideológica de la militancia, de tal modo que se pueda hacer, sin el condicionamiento de los aparatos, una fotografía fiel de la auténtica correlación de fuerzas que se mueven dentro del partido.

Y, para ello, no hay más remedio que votar en conciencia, sin la contaminación que producen las razones estratégicas. Sólo si los militantes votan al candidato que, de verdad, piensan que representa mejor el espíritu del partido que desean, dejando a un lado lo que cada uno considere el voto útil, el resultado que arroje la votación será, en la realidad, el reflejo auténtico del alma del partido.

Porque los mimbres están claros. Desde mi punto de vista, y a pesar de lo que algunos medios de comunicación han señalado, las opciones presentadas en el debate por los candidatos suponen tres formas distintas de ver la organización del partido y la acción política que se propugna. Sorprende enormemente oír a sesudos analistas reprochar a los aspirantes que no aportaran más que matices. Por supuesto. Como no podía ser de otra manera, fueron matices lo que les separó en sus intervenciones pero aquí son los matices los que adquieren relevancia porque son los detalles los que marcan las diferencias. Y diferencias las hubo. Algunas de auténtica importancia.

Ahora, una vez que los candidatos se han expuesto sin el velo engañoso de la mala gestión de los avales, es el turno de las bases y son ellas las que han de marcar el camino. No porque en el Congreso no vaya a haber pelea nominalista. La ha de haber, pero allí va a ser fundamental que, cuando se abra, todo el mundo sepa quién es quién y cuánto de un auténtico proyecto socialista y de izquierdas tiene en su haber.

Es decir, si se opta por el camino trillado hacia la irrelevancia y el abismo o si se apuesta por el camino que conecta con los ciudadanos.

Eso es lo importante y eso queda para la conciencia de cada uno.

Juan Santiago