El socialismo asturiano se enfrenta a sí mismo y al veredicto de los ciudadanos en su proceso de primarias para elegir el candidato a la Presidencia del Gobierno de Asturias

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El adelanto de las primarias para elegir el candidato del Partido Socialista a la Presidencia del Gobierno de Asturias pone al socialismo asturiano frente a una encrucijada seria por primera vez tras la renovación de la dirección de la FSA.

Una encrucijada seria sí, pero, a la vez, enormemente atractiva para la izquierda asturiana si la solución se ajusta a unos parámetros de sensatez y visión política.

Porque, finalmente, lo que se pone de manifiesto es que, más allá de fintas o postureos, parece que ha llegado el momento de hacer política en serio, con la vista puesta en el futuro de Asturias y en el futuro de la izquierda. Podemos dedicarnos a seguir manejando el florete o a seguir de plañideras llorando por la leche derramada, pero eso sólo conducirá, de manera irremediable, al bloqueo y al desprestigio.

La situación política española

Vamos a ver. La situación política de este país presenta un cuadro que debería permitir, a la izquierda en general y al socialismo en particular, dar un paso adelante y proponerse a la sociedad como el medio para resolver esto que podíamos llamar la angustia nacional.

No sería la primera vez y los viejos aún nos acordamos del 82.

En un momento en el que el Partido Popular está prácticamente desahuciado y la derecha queda en manos de ilusionistas y maestros del birlibirloque, un Partido Socialista que apueste por abjurar de las estafas neoliberales al modo del Partido Laborista de Corbyn tiene mucho más sentido de lo que algunos estimados miembros de las terceras vías podían prever.

Por supuesto, estamos hablando de un Partido Socialista a la izquierda y sin complejos ni miedos al señorito. Pero ¡ojo! un Partido Socialista unido, coherente y compacto situado detrás de líderes con capacidad para trenzar políticas, alianzas y sentimientos comunes.

Bicefalia política: un valor del socialismo asturiano

Un partido que cuente con un buen batallón de zapadores – ya saben, aquellos especialistas que tendían puentes para continuar batallas – y un partido que expulse a esos dinamiteros que sólo ponen cargas para hacer volar los pilares.

Un partido decisivo

Un partido puesto detrás de líderes que confíen en el mérito y en la capacidad antes que en el colegueo y el abrazo florido.

Un partido dispar y con capacidad de debate, sí, pero unido.

Porque el espectáculo de la desunión, en un momento como el que vivimos, llevaría a los socialistas, tal vez definitivamente, a la marginalidad.

Capacidad para unir, pues, pero sabiendo que la unidad no se soporta en abstracto. La unidad se adopta sobre bases comunes y sobre pensamientos compartidos.

Y hoy, esa unidad debe sentirse como distinta al desastre que la derecha ha volcado sobre este país.

La unidad se debe forjar sobre un pensamiento que las gentes maltratadas vean como una puerta de acceso al bienestar y a políticas justas y redistributivas. En definitiva, políticas de izquierda para superar el letargo y la injusticia.

Unidad e izquierda

El socialismo asturiano se enfrenta, por un lado, a sí mismo y, por otro, al juicio de los ciudadanos.

De esos dos enfrentamientos saldrá fortalecido si sus militantes y sus dirigentes se esfuerzan en hacer política y en demostrar generosidad, sensatez y cordura. Por el contrario, saltará por los aires si se mira el ombligo o si se esfuerza en la micropolítica de los gestos inútiles.

Por eso, los conceptos son claros para mí: unidad e izquierda.

Así se construirá una alternativa que de esperanza a un pueblo maltratado por demasiados años de ruina moral.

Para mí ese es el camino a transitar por el socialismo asturiano. Un camino que se recorre llevando en la mano un bastón muy útil: la política.

Juan Santiago