Harry, el protagonista de Las nieves del Kilimanjaro, muere por una estupidez. Muere simplemente por no haber aplicado un antiséptico a la herida de una astilla clavada en su pierna, que se infecta hasta la gangrena.
Hay más datos. Hemingway hace morir a Harry soñando que un aeroplano se posa en la planicie africana, lo rescata y lo conduce a un inexistente hospital. La última imagen del sueño es la nieve perpetua de la cima cuadrada del Kilimanjaro, ancha como el mundo entero.
Mientras Harry espera la muerte tumbado en un catre, con la pierna podrida y pestilente, los buitres se van acercando al campamento posándose en los árboles que lo rodean mientras que, todas las noches, una hiena se muestra al acecho del cadáver que ha de venir.
Harry va a encontrar la muerte en África tras haber sobrevivido a las guerras, a París, al aburrimiento y a sí mismo.
Dicen que en la cima del Kilimanjaro, la más alta de África, se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo.
Al final, querido Alfredo, todo el mundo se pregunta qué estaba buscando el leopardo en aquellas alturas.