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Albert Rivera, Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Podemos, politica
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Todos tratan de marcar territorio entre acusaciones de cuñadismo, peticiones de ministerios y patadas en culo ajeno.
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Quizás, lo más importante que ha ocurrido esta semana haya sido la aparición de los llamados «Papeles de Panamá», pero, a mí, lo que realmente me ha llamado la atención ha sido ese levantamiento del velo que ocultaba el rostro de Ciudadanos que se ha puesto de manifiesto en las sonoras intervenciones de su portavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta.
Curiosamente, ha tenido que ser, precisamente ahora, cuando todo se acelera y se multiplican las presuntas negociaciones, cuando se le ocurre al portavoz afirmar explícitamente —aunque luego lo matice— que Ciudadanos quiere carteras en un gobierno con el PSOE.
Existe un refrán castellano que dice aquello de “Díme de qué presumes y te diré de qué careces” y que es perfectamente aplicable al asunto porque, al menos desde mi punto de vista, el partido de Rivera, salvo su apoyo a un gobierno de gran coalición, jamás pensó en otra cosa que en unas nuevas elecciones, elaborando para ello una estrategia que, dicho sea de paso, ha reportado hasta ahora buenos réditos a una cuarta fuerza parlamentaria con apenas cuarenta diputados. Y si no, véanse las inocentes encuestas que se publican en según qué medios de comunicación.
Hay que tener en cuenta que cualquier solución de gobierno sin elecciones, deja a Ciudadanos clavado en esos cuarenta escaños con un Partido Popular,o bien gobernando o bien encabezando la oposición. Y que por otro lado, si ellos estuvieran en un gobierno con los socialistas, formarían parte de un ejecutivo débil, ligeramente escorado a la izquierda, que dejaría en manos del Partido Popular el dominio de la derecha con tiempo, además, para recomponerse.
Claro que, sin duda, la peor solución para los de naranja es el gobierno a la valenciana que propugnan desde Podemos y que, prácticamente, los deja para una fusión por absorción en manos del PP.
De ahí la salida a la palestra de Girauta que, además, pone de manifiesto esa especie de chulería o cuñadismo que supone el tratar de torcer el brazo del pobre Sánchez que, a estas horas y en plena vorágine de contactos, congresos, comités federales y fuego amigo, ya no sabe de donde le vienen los presuntos ministros. Es lo que tienen las bobadas solemnes y las escenificaciones grandilocuentes, que el pez chico, que con sólo cuarenta, consigue imponer el meollo de su programa neoliberal, se siente, además, capacitado para dar el abrazo del oso o para darle patadas a Sánchez en el culo de Iglesias.
Pero es fácil de explicar, porque, en realidad, lo que pasa es que se está produciendo la paradoja de que el débil es el que tiene noventa escaños y el fuerte, por ahora, es el de los cuarenta. Mientras Ciudadanos, y más concretamente Rivera, viene de abajo a arriba y ha conseguido colocar, gracias a todos sus apoyos externos, el mito del joven limpio adalid de la gobernabilidad, Sánchez, que marcha de arriba a abajo, no deja de ofrecer la imagen del superviviente desesperado que fía todo su futuro a un pacto a bombo y platillo —que nada vale sin un apoyo externo— y que, cuando se acuesta, se pasa toda la noche viendo brillar los cuchillos en la oscuridad. Un auténtico sinvivir.
Y, en medio, Iglesias vendiendo horchata fresquita para huir del verano.
Así que pueden ustedes hacer sus apuestas pero… mira tú que si, al final, la sonrisa del destino para Pedro está en la cobra que le vaya a hacer Albert…
Veremos.