La sostenibilidad del sistema público de pensiones no es, en realidad, un problema económico sino una milonga ideológica en beneficio de los que detentan el poder

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El hecho de que los pensionistas hayan protagonizado grandes movilizaciones para reclamar un sistema público de pensiones que sea justo y que mantenga el nivel adquisitivo de sus beneficiarios, supone un serio aviso para tanto navegante como anda agitando el miedo a la presunta insostenibilidad del actual sistema.

La milonga de la sostenibilidad

Es curioso esto de la sostenibilidad del sistema.

Claro que, como uno ya es mayor, recuerda que esta no es una película nueva.

En realidad, a las pensiones les pasa lo que al teatro: que, durante los últimos cuarenta años, se viene hablando de su desaparición sin que, afortunadamente, dejen de subirse los actores a las tablas ni los jubilados dejen de cobrar.

Verán. Que un sistema público de pensiones justas es perfectamente sostenible lo certifica la propia historia del sistema y cientos de expertos independientes que lo ratifican. Adviértase esto de independientes.

Que el sistema es sostenible lo saben también los gobiernos del Partido Popular que son los que más han hecho en favor de que los sistemas privados vayan mordiendo al sistema público, en un claro ejemplo de transferencia de rentas a favor de corporaciones e intereses financieros.

Con Mariano, ni a por billetes de quinientos

Lo sabe Rajoy que ha tenido la enorme desvergüenza de pedir, a quienes apenas llegan a final de mes, un esfuerzo de ahorro para el mañana y lo que es, casi más siniestro, un esfuerzo adicional de ahorro para la educación de los hijos. ¡Atentos!

Y es que, no nos equivoquemos, esto no es un problema económico sino una milonga ideológica.

Los sistemas públicos de pensiones son perfectamente sostenibles si forman parte de un conjunto financiero, presupuestario y fiscal que vaya dirigido a la redistribución justa de los recursos que opere en favor de la mayoría de los ciudadanos y no en favor de quienes detentan el poder económico. Es decir, de los de siempre.

Y si no se hace así, no es porque no se pueda hacer, a pesar de toda esa parafernalia de presuntos datos demográficos que valen lo mismo para un roto que para un descosido. Si no se hace es porque, sencillamente, no se quiere hacer. Porque ideológicamente se establece que no se haga.

Curiosidades económicas

Durante esta década sombría se han producido dos hechos clave desde el punto de vista económico: el saneamiento, a costa del dinero de todos, de un sistema bancario podrido por la burbuja inmobiliaria y la llamada devaluación interna que ha llevado hasta los límites de la pobreza a buena parte de la clase trabajadora y de la clase media de este país.

Y fíjense ustedes qué curioso: el importe de lo que, según las estimaciones del Banco de España, costará el rescate bancario coincide, casi exactamente, con el vaciado de que ha sido objeto el Fondo de Reserva de la Seguridad Social. La hucha de las pensiones, para entendernos.

Y fíjense ustedes: esa devaluación interna que ha propiciado la reforma laboral de la ínclita Báñez ha supuesto, además de la pobreza y la precariedad para tantos, una merma de ingresos en las arcas de la Seguridad Social. Una merma que, además, se utiliza como excusa para poner en tela de juicio la sostenibilidad.

Frente a eso, pregúntense ahora quién o quiénes se han beneficiado de esas dos decisiones y quién las ha tenido que soportar. Pregúntenselo y pónganlo en relación con las pensiones.

La verdad es que es cierto que en este país hay algo absolutamente insostenible. Algo que no es precisamente un sistema público de pensiones justas y equitativas.

Lo que, de verdad, es insostenible es la cara de gilipollas que se nos pone a todos cuando oímos a determinados prebostes y prebostas defender lo indefendible.

Juan Santiago