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Lo cierto es que el debate planteado en el seno de Podemos acerca de la conveniencia o no de acudir bajo el paraguas de la propia marca a las elecciones municipales, es uno de los más interesantes de los muchos que tiene planteados.

Se trata, sin duda, de una decisión de gran trascendencia por varias razones:

Por un lado, las municipales, junto con las autonómicas — salvo lo que decida Mas — son las primeras a celebrar en un año, el 2015, que va a suponer, con toda seguridad, un punto de inflexión histórico en el devenir político y social de este país para los próximos decenios.

Nada volverá a ser igual si la anunciada descomposición de los partidos sistémicos, finalmente, tiene lugar y se refleja en las municipales.

A este respecto hay que recordar la importancia histórica que las elecciones locales han tenido en los grandes vuelcos que se han producido a lo largo del tiempo.

el poder local es el más íntimamente relacionado con la estructura real del país y ha sido siempre la palanca que ha movido el poder político global

Por otro lado, el poder local es el más íntimamente relacionado con la estructura real del país y ha sido siempre la palanca que ha movido, hasta condicionarlo, el poder político global. Sin tener en cuenta el abismo entre lo urbano y lo rural y sin contemplar la existencia de fenómenos como el caciquismo de todo signo, todavía muy presentes en pequeñas y medianas estructuras poblacionales, el margen de error en los análisis puede conducir a más de un batacazo.

Si a ello le añadimos que no está nada claro el hecho de que, sin el soporte de un fuerte poder local, sea factible ejercer con ciertas garantías tanto el poder autonómico como el central, podemos decir que estamos ante una decisión con un calado más que notable.

Y el caso es que, vistas las dos posiciones básicas que parecen confrontarse en el seno del nuevo partido, ambas parecen gozar de argumentos más que razonables.

Tienen razón los partidarios de competir por el voto local cuando vienen a afirmar que dejar a los votantes sin la posibilidad de apoyar con su voto a quien consideran el martillo del bipartidismo, es crear una cierta frustración y puede suponer un balón de oxígeno para esos partidos que pueden así refrendar un poder local que estarían, de otro modo, en condiciones de perder.

con un partido apenas hilvanado es muy difícil controlar el aterrizaje de paracaidistas, frikis y otros outsiders sobrevenidos

Pero tienen también razón los del grupo de Iglesias cuando hablan de la enorme dificultad que supone controlar, con un partido político apenas hilvanado, el aterrizaje de paracaidistas, frikis y otros outsiders sobrevenidos que podrían ver en Podemos la cubierta del portaaviones, el laboratorio del profesor chiflado o, simplemente, el cuchillo de degollar enemigos.

Tienen razón los primeros al afirmar que si Podemos ha nacido, como dicen sus portavoces para gobernar y ser la voz de la gente, no parece coherente renunciar de entrada al gobierno más próximo a unos ciudadano a los que, además, se les creará una cierta confusión por tener que elegir, en unas mismas elecciones, entre dos alternativas distintas para dos niveles diferentes de gobierno. Sin contar, además, con el efecto arrastre que se produce de unas elecciones a otras.

Pero es cierto que, si existen movimientos sociales alternativos, nada se añade con una sigla más y que la estructura municipal de este país hace muy difícil para una fuerza política, con menos de un año de vida, concurrir con garantías en más de ocho mil ayuntamientos.

Hay que tener en cuenta a este respecto que casi siete mil de esos municipios tienen menos de cinco mil habitantes y que, de ellos, casi cinco mil cuentan con menos de mil almas. Por no hablar del tamaño de los censos electorales.

Si hoy sabemos que a los partidos tradicionales, debido a que cuentan con marcas absolutamente devaluadas, les va a costar un mundo, no ya renovar —que de eso ni se habla — sino simplemente encontrar candidatos creíbles o articular candidaturas que no den vergüenza, la posibilidad real de que un partido que está por definir con claridad pueda localizar, en esas pequeñas y cerradas comunidades, candidatos solventes y honestos, es poco menos que un sueño. Si a ello añadimos las pirámides de población de esos pequeños municipios, envejecidos y carentes de juventud, el reto es como para pensárselo.

Visto lo visto, ¿qué hacer?

Pues, seguramente, como en casi todo, tendrá Podemos que hacer un esfuerzo de síntesis y un ejercicio de posibilismo en el que se mezclen todas las alternativas: integración y/o apoyo a candidaturas ciudadanas, concurrencia en solitario en grandes y medianas ciudades, renuncia en pequeños municipios o apoyo externo a otras fuerzas y, en algún caso, rezar para que no se la claven. En definitiva, igual que para cualquier otro partido, inteligencia política, cintura y algo de suerte.

Juan Santiago