El hundimiento del socialismo francés debería ser un motivo de reflexión para un PSOE que vive su momento quizás mas crítico

lo que el socialismo español debe aprender

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La debacle del Partido Socialista francés en las presidenciales debería servir para extraer enseñanzas dentro del socialismo español más allá de los mensajes simplistas de derivas radicales y peligrosas.

Debería servir. Pero mucho me temo que, al final, todo sea un problema de ascuas y de sardinas, es decir, de tratar de dejar sin calor la sardina del otro.

Los datos son absolutamente demoledores: ocho millones de votos y más de veintidós puntos porcentuales que se han quedado por el camino en relación con las últimas presidenciales.

Los datos son tan abrumadores que no es posible hablar de casualidades o de malas campañas, sino que demuestran la existencia de un problema estructural que ha supuesto la práctica desaparición de un partido del sistema que contaba (y cuenta) con el Presidente de la República y el Gobierno. En realidad, mucho más allá de lo que le ocurrió al PASOK griego.

Los números y la deriva radical

Pues bien, podemos seguir haciéndonos trampas en el solitario y podemos seguir tratando de arrimar el ascua, pero en esto, los números suelen ser tozudos y son, desde luego, cien por cien algodón.

Hablar de deriva radical de la socialdemocracia puede ser una broma o una treta dialéctica, pero el algodón no engaña y deja claro que el trasvase de votos se ha producido más hacia el presunto centro ultraliberal de Macron que hacia la llamada izquierda radical de Melenchon, lo diga Susana, Agamenón o su porquero. Es decir, que los presuntos socialistas franceses encabezados por Valls han sido el mayor soporte de Macron.

Es sencillo, pero a ver si consigo que se entienda. El radical Melenchon ha ganado tres millones de votos en relación a las anteriores, por lo tanto eso es lo máximo que se ha podido llevar del Partido Socialista. Teniendo en cuenta que Macron ha tenido más de ocho millones seiscientos mil votos y que por la derecha Fillon habrá repartido sus dos millones y medio de votos perdidos entre el propio Macron y Le Pen, no es aventurado concluir que alrededor de cuatro millones de votos socialistas han ido a parar al centrismo ultraliberal del banquero Macron.

La escisión

Pero no es sólo un problema de números. El problema – y por ahí quizás deberían empezar las reflexiones – es que en el Partido Socialista francés, lo que se ha producido, de hecho, ha sido una auténtica escisión entre un ala derecha y un ala izquierda. Por un lado, los social-liberales que han anidado en el movimiento de Macron, al mando de un Manuel Valls que no se ha recatado en certificar la muerte de su propio partido, y, por otro una buena parte de socialistas más clásicos que han basculado hacia la Francia Insumisa de Melenchon. Ni más ni menos. Una auténtica escisión de facto que no crea dos partidos como en una escisión clásica,  sino que se apunta a los nuevos patrones de formaciones políticas que existen en Francia igual que en España.

Por tanto, dos conclusiones básicas: la primera es que, si hay esa deriva radical que se dice que es la culpable de todo, ésta se produce en los dos sentidos, pero más claramente hacia la parte derecha del espectro que hacia los rojos irredentos. O lo que es lo mismo, que las ratas han abandonado el barco más por la banda de estribor que por la de babor. Y la segunda: que existe un peligro de implosión por escisión que sigue los esquemas clásicos, es decir, unos huyendo hacia la derecha y otros hacia fórmulas de unidad de izquierda.

A partir de ahí, que cada uno o cada una saque sus conclusiones y establezca sus estrategias ahora que se avecina el voto en las primarias, pero habría que hacer dos ruegos: el primero, que no se hagan trampas a sí mismos en el solitario y el segundo que no se las hagan a los demás tomándolos por idiotas.

Por cierto, ¿hay algo más radical que una banda de salteadores de caminos al mando de las operaciones?

Juan Santiago